Hace seis meses contemplaba desde una privilegia segunda fila el romaticismo declarado y refinado de un estilista que mi ignorancia me ocultaba. Su asistente y mi querido confidente me brindó la oportunidad de descubrir de cerca el delicado mundo de la costura. Paris, septiembre, mujeres soberbias y una organza de un peso casi inexistente volaba detras de un vestido al viento construido por las manos de la paciencia y el decoro.
De nuevo las mujeres vaporosas de Monsieur Josse me fascinan.
La delicadeza de los tejidos y el trabajo manual de los plisados que rozan el exceso de rizo encarna la perfección de la sensibilidad de una moda de altura propuesta para mujeres de un universo etéreo y fascinantemente onírico.
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