Despierta mi atención la forma en la que ciertas y atractivas colecciones, convierten prendas en figuras arquitectónicas de segundo nivel.
Al comienzo del desfile de Prabal Gurung siento el olor de la pasada colección de Raf Simons. Un abrigo de una lana histéricamente trabajada que cubre la parte superior con unas mangas en blanco, efectos ópticos de escasa racionalidad, vestidos con forma y sin fondo.
No cesan los homenajes. Un abrigo capucha bicolor de la última colección del difunto McQueen, las siluetas geométricas de la colección de primavera verano de Givenchy o los vestidos asimétricos que juegan con el volumen de los volantes de Albert Elbaz para Lanvin...
Mangas de blusas "Ferré", siluetas Nina Ricci en vestidos "Theyskens" y un vasto elenco de copias de buen ver.
Juegos de falsa moral que reproducen el éxito de un código europeo que vence en la industria de lo efimero.
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