miércoles, 31 de marzo de 2010

DISCIPULOS DEL MAL GUSTO

Personalizar?
Todo menos eso. Después de recibir algunas opiniones, flujos de información y ver a alguna que otra fanática del lujo aspirazional que pasea por las calles de milán con la esperanza de parecer única, no puedo dejar de plantearme como una persona que quiere distinguirse de la masa compra algo que lo mimetiza y le hace formar parte de una hermandad cada día más global.
El servicio Mon Monogram de Louis Vuitton, que ofrece la nada nueva opción de personalizar los bolsos en un alarde de poca creatividad y copias vulgares de vecinos amigos, revoluciona un star system y el mercado de falsos reconocibles clientes potenciales que aman... ¿la distinción o el fácil reconocimiento?
Una sabía alternativa a las perfectas copias que pronto será relevadas por las manos de artesanos orientales que fabricaran "su misura" piezas de colección bajo un techo de tela a 20 horas de vuelo.
En un mometo donde aparentan los que no pueden hacerlo, se diferencian los que pueden destacar y sobreviven los que no tienen otra opción, las opciones son infinitas.
Cuando llegará el fantástico día en el que la gente dejará de apartar a un lado el presupuesto disponible para caprichos de universal reconocimiento. ¿Que son 600 euros comparados con el hecho de pertenecer a una élite de discípulos del mal gusto?

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